De nueva cuenta entramos en el problema ético de decir la verdad. Existe una realidad objetiva más allá de los sentidos que no depende de nosotros, que no le importa si hacemos o decimos o prometemos, es la esfera de la causa y el efecto. Obras y lo que haces tiene consecuencias, dejas de obrar y tu omisión tiene consecuencias. La realidad es implacable y obra sin miramientos ni discrimina. Toca un cable de electricidad y a la electricidad no le importará que seas pobre o rico, si te crees muy importante o si eres humilde, si tienes estudios o no, el alto voltaje te rostizará igual.
Sin embargo caminamos por la vida creyendo que la realidad depende de cada persona; "hay tantas realidades como personas en el mundo y cada una es igual de válida" es la gran mentira. Lo que cambia es la percepción de la realidad. Si dejo de creer en la gravedad no saldré volando hacia el espacio.
La realidad es implacable y pensar eso nos provoca miedo, tememos la realidad si tenemos miedo a crecer, envejecer y a morir, nos inventamos mil rituales, compramos cremas, tratamientos, limpias para hacernos a la idea que la vejez y la muerte pueden evitarse y que no llegarán nunca. De verdad creer eso lo hace a uno vulnerable y frágil.
La mujer de la tira se ha operado y es demasiado obvio, le teme tanto a la muerte que ha mutilado su cuerpo para hacerse a la idea que no es vieja sino joven, al hacerlo se ha vuelto una abominación ambulante, una muñeca de carne, una burla en los ojos de la naturaleza que debiera ser expulsada de la sociedad, escupida y lapidada por las calles, sin embargo su "amiga" le hace segunda, le ayuda en su mentira y valida su pecado, se han vuelto cómplices en el juego de mentirse. No existe ciego tan ciego como el que no quiere ver.
Si tienes un amigo con un problema no le sigas el juego. Si le dices la verdad y te odia por eso que así sea, no le dices al suicida que sí puede volar nada más para no herir sus sentimientos.
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