Todo lo que quería era que lo reconocieran como artista. Buscaba el reconocimiento de la crítica, del público conocedor, de sus colegas de la elite creativa. Hacía películas que sabía serían de su agrado, que tenían todo lo que decían admirar. Pero nunca pasó.
“Repetitivo”, “mediocre”, “pretencioso”, eran los adjetivos que inundaban las reseñas de sus obras. Más de diez largometrajes y no alcanzaba una sola obra merecedora del reconocimiento que anhelaba.
Ya no podía más. Tomó una decisión y filmó una película que sabía despreciarían. Usó la cámara como instrumento de tortura y el guión era una serie de pretextos para exponer en celuloide un magnus opus dedicado al mal gusto, a la suciedad y a escupirles en la cara a todos aquellos que no comprendían sus previas cintas.
El día del estreno se colocó de pie, orgulloso, en la sala de proyección. Todos estaban sentados con actitud prepotente, esperando una muestra más de su fracaso. La pantalla se iluminó y por un lapso de dos horas y media desfilaron imágenes de sodomía, coprofagia, laceraciones, perversiones y actos de violencia explícitos sin mayor razón que llenar la pantalla de un malsano hedor a mierda. En la sala; silencio. El realizador veía triunfante la escena. Cuando en la pantalla apareció un perro que se colocaba detrás de una colegiala desnuda que había tropezado, la sala entera de puso de pie. El cineasta esperaba ansioso la desbandada, la salida de gente asqueada y a punto del vómito.
La ovación fue unánime. El cine mismo se cimbró ante los aplausos y vítores. El director salió a la sala y el entusiasmo llegó a su clímax. Pidió silencio, les gritó, los insultó, se bajó los pantalones y cagó en la alfombra, para después aventar sus heces contra la audiencia que, sonriendo, recibía todo.
En los diarios del día siguiente se leería: “Desde las entrañas de un verdadero artista”
Francisco Espinosa
Este cuentito de mi amigo Francisco me ha hecho reflexionar, ahora que estamos libres de analizar a quien queramos volteo mi mente inquisitiva para aprender de mis amigos. Francisco utiliza la minificción como ejercicio para estirar sus músculos creativos, y en esta ocasión nos preseenta una gran reflexión acerca el arte mismo.
Todo lo que podemos crear, plasmar y constituye expresión artística tiene dos temas; el arte mismo y la vida, la primera es una reflexión acerca de la forma, analiza las distintas herramientas, mira la línea, la forma, la retórica como objeto mismo del deseo. Grandes artistas se han expresado a través de explorar el arte mismo, desmenuzarlo, deconstruirlo, comentarlo.
La vida como objeto del arte nos parece más cercano y cálido porque nos ataca al corazón, nos concierne en tanto somos seres humanos porque habla de nosotros. Nos horrorizarán siempre las atrocidades porque un ser humano como nosotros fue capaz de perpetrarlas, por eso la necesidad de deshumanizar al criminal, nunca apuntamos nuestra mente del corazón al que nos daña. Preferimos verlo como un ser abyecto y subhumano antes que como nuestro hermano.
En este cuentito el protagonista tiene como objeto de su arte no al arte ni a la vida, sino al reconocimiento de otros, por eso es que falla. Pone su meta a algo que nada tiene que ver con el arte, hacer las cosas para que nos lo reconozcan es un objetivo vacío que nunca llenaremos, siempre habrá alguien a quien no le parezca, si hacemos el reconocimiento nuestra prioridad somos incapaces de aceptar la crítica, positiva o negativa.
es mejor poco pero real que mucho pero ilusorio. |
Ante su gran falla trata de nuevo, abandona su vano intento por agradar a los demás, ahora su arte se trata de la vida, pues sin advertirlo ha retratado lo que siente con el rechazo, es esta cruda honestidad la que hace callar a sus detractores. La película que hace es su más sincera expresión pues es un retrato de su YO derrotado, ha destruido su falsa valía y con ella aquello que le ha estorbado para ser un verdadero artista, por fin se ha vencido a sí mismo.
Al recibir los aplausos e insultado al público ha hecho exactamente lo que siempre le hizo falta cuando trataba de ser reconocido, ahora es consecuente, él es ahora la obra de arte. Al rechazar el reconocimiento que otrora añoraba se ha vuelto verdaderamente libre.
Ese Paquin, siempre tan contundente en sus historias. Bastante chingon. Augusto, gracias por mostrarnos un pequeño rincon del genio de Blackpaco. He seguido la trayectoria de ambos desde hace mas de 18 años. Todavia recuerdo cuando leiamos el "Rare bit fiends" o "Brat Pack" ahi en la tienda de comics. Chido, que sigan mas exitos!!
ReplyDeletemmm interesante... como hasta ahora, muy buen post.
ReplyDeleteDe entrada y de manera ingenua, entiendo que la escencia del reconocimiento sería saber que lo que hacemos es correcto ó como premio a nuestro esfuerzo, más al ser esto algo subjetivo (la mayoria de las veces) y si como dices lo ponemos como nuestro objetivo principal, pues en lugar de ser algo positivo, se convierte en un lastre.
Sin embargo, considero que no podemos dejar de lado que todos tenemos un ego y que ese reconocimiento es su alimento, lo importante aquí sería aplicar ese dicho de "todo con medida" ¿no?
Saludos...
No hay nada de malo con tener un ego, lo malo es cuando éste se vuelve un grillete.
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